La liturgia de este domingo pone de manifiesto cómo el excesivo afán de confort, de comodidad y de lujo, lleva al olvido de los demás y de Dios. Para evitarlo es necesaria la sobriedad de vida: en la posesión de bienes materiales, en las compras, en la comida, en la bebida, en las diversiones, etc. Así se podrá pensar en los demás y amar a Dios.