La verdadera solución contra el resentimiento es el perdón, que consiste en cancelar la deuda moral que el ofensor ha contraído con el ofendido. Jesús supera la ley del Talión -ojo por ojo, diente por diente- y nos propone: Amen a sus enemigos; hagan el bien a los que los odian; rueguen por los que los persiguen y calumnian. Es una invitación al perdón, que solamente podremos vivir si nos apoyamos en Dios, ya que las fuerzas personales no son suficientes.