San Pablo nos invita a evitar la aspereza, la indignación, los insultos, la maledicencia, lo cual se puede concretar en vivir la delicadeza en el trato con los demás, que es finura, tanto en las obras como en las palabras. Y añade un consejo, que es la solución de fondo: Vivan amando como Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros.